Soy Patricia Espinoza, me vine de Santiago a vivir al sector rural de Punta Chilen hace 6 años para aprender a cultivar la tierra y vivir en mayor contacto con la naturaleza y conmigo misma. Me encanta la vida rural, donde los cambios de la naturaleza son palpables y me hago permeable a ellos, todo es más sencillo, y los esfuerzos están enfocados en cuidar la vida en sus distintas formas. Soy Facilitadora de Biodanza, Terapeuta Floral y me encanta aprender sobre hierbas medicinales y muchas cosas más; soy una eterna aprendiz. Cultivo la huerta y aprendo cada día de la experiencia transmitida por mi pareja, por mis vecinos y vecinas, y por las mujeres campesinas que voy conociendo en este andar, por quienes siento un profundo respeto y afecto. Me siento feliz de vivir en este lugar, y es desde allí donde quiero compartir la experiencia con quienes lo quieran vivenciar.
Soy Ariel Westermeyer, facilitador de Biodanza, crecí en la vida simple natural y diversa de Chiloé, donde mi familia son principalmente agricultores. Los últimos 18 años me he dedicado al desarrollo humano, y desde hace unos años lo he combinado con la agricultura y permacultura. Soy amoroso y siempre disponible para dar una mano y servir. Me alegra enormemente recibirlos en Chiloé y generar un espacio de comunidad, crecimiento, descanso en el cuerpo e intercambio de saberes.
Nuestra Comunidad
Un poco de Historia
Vacaciones Biocéntricas nace de las ganas de traer a la gente querida a disfrutar de Chiloé, desde nuestra mirada como habitantes de la isla y con años de vivir en grandes ciudades también; compartiendo lo que nosotros conocemos, disfrutamos y apreciamos de la isla, su gente, su forma de vida, sus costumbres, la vida rural, la forma de comunicarse, de hacer comunidad, de contar sus historias, su comida y preparaciones, la particular conexión con los ciclos de la luna, las mareas, los vientos, la lluvia,.. la forma de hacer vida.
Como Biodanzantes, reconocemos el Principio Biocéntrico muy presente en la forma de ser del chilote antiguo. Poner la Vida al Centro, cuidarse entre todos para superar las condiciones complejas del territorio y el clima, entonces la colaboración mutua se hace parte de la supervivencia, como también el cuidado de la naturaleza, los recursos del mar y los animales. Sentimos que, aunque en menor medida producto de la “civilización”, esta forma de vida aún permanece viva en los sectores rurales y es un privilegio poder rescatar esa sabiduría y lograr conectar desde el corazón con las personas de la comunidad y transmitirse mutuamente vivencias, afecto, reconocimiento y validación.
“Bajo el girasol de armonía, Todos Somos Uno” (Rolando Toro).
…Y así se fue gestando esta idea: poder compartir aquello que disfrutamos y que tenemos la fortuna de vivir permanentemente, siendo un puente entre el chilote rural, nuestros vecinos y vecinas, y nuestros amigos, o no, que vienen de las ciudades buscando una experiencia profunda.
Todo fue tomando forma y en Febrero de 2020, junto a nuestra querida amiga biodanzante Angélica Tabilo, recibimos en la Casa Blanca a 28 personas provenientes de distintas ciudades de Chile, jóvenes y adultos, algunos conocedores de Biodanza y otros no, pero todos con el corazón abierto al encuentro humano y a la experiencia.
Durante unos días vivimos una experiencia comunitaria donde compartimos vivencias, danzas, risas, música, aprendizajes y también tareas que fueron contribuyendo a unirnos como grupo y a internalizar la convivencia y la colaboración. Compartimos con la comunidad a través de los alimentos que nos proveyeron de sus huertas y cocinas, y a través de talleres dados por vecinas Ercira, Loreto, Ilse y Agueda, donde aprendimos a tejer ñocha, hilamos lana de oveja, aprendimos sobre las hierbas medicinales, algas y frutos silvestres que se dan en la isla, y adicionalmente aprendimos a preparar sencillas comidas con los productos locales, que luego disfrutamos juntos. Fuimos a mariscar guiados por el vecino Alonso Díaz, quien nos enseñó a preparar un curanto que hicimos entre todos partiendo por hacer el hoyo hasta disfrutar del resultado de la feliz preparación. Tuvimos una noche de mitología chilota donde los participantes, por grupo, hicieron representaciones maravillosamente creativas de algunas leyendas locales, alrededor de una fogata. Visitamos un bosque nativo y vivimos la experiencia de estar en comunión íntima con la energía de los árboles. Danzamos, alrededor del fuego, al aire libre, en el bosque. Nos cuidamos, nos reconocimos, nos disfrutamos. Fuimos muy felices.
Y justo al final de este hermoso encuentro humano, bajo el sol suave que seguía a una fresca lluvia de verano, un arcoíris en el horizonte nos indicó que esta experiencia es para compartirla, que muchos corazones están dispuestos a conectarse con los nuestros, con los de la isla y que somos un puente para que ese encuentro ocurra.
Muy pronto, los hechos nos dieron la razón y fuimos favorecidos con fondos SERCOTEC y CORFO para apoyar e impulsar esta idea y seguir mejorándola.
Frente a dos años de pandemia, inciertos, que nos mantuvieron en la incertidumbre, danzamos la flexibilidad, la fluidez, la creatividad y especialmente la confianza, seguros de que cuando estamos juntos, nos potenciamos, crecemos, disfrutamos y vivenciamos la vida en el centro de la existencia.